martes, 23 de enero de 2018

Y TÚ, ¿PARA QUIÉN TRABAJAS?

 

ANTE TODO, SOBRE TODO, SIEMPRE... ¡ESPAÑA!

Al joven militar –ya sea teniente, sargento o soldado– le sorprenderá esta pregunta. “Al tecol se le ha vuelto a ir la pinza” –pensarán para sí, mientras me ponen la mejor de sus sonrisas. En efecto, en sus mentes llenas de proyectos e idealismo, seguramente no haya lugar para esa pregunta, ya que todos ellos tienen relativamente reciente su juramento a la Bandera:

“¡Soldados! ¿Juráis o prometéis por vuestra conciencia y honor, cumplir fielmente vuestras obligaciones militares, guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado, obedecer y respetar al Rey y a vuestros jefes, no abandonarlos nunca y, si preciso fuera, entregar vuestra vida en defensa de España?[1]

FOTO: A. Cortés. BPC-III Besmayah
Si, a pesar de todo, insistiera poniendo cara de orate, sus rostros se endurecerían y me responderían sin dudarlo: “Yo trabajo para España” que, al fin y al cabo, es en lo que se concentra ese beso que, con un escalofrío, dimos una vez a nuestra Bandera. Pero si esa misma pregunta la hago a los antiguos del lugar, a los que la realidad ha ido golpeando, con mayor o menor dureza, todos esos sueños, la mayoría me lanzaría una mirada aviesa, a la vez que reluciría un colmillo más o menos retorcido por la comisura de su boca. Saben a qué me refiero y no es plato que nos guste recordar a ninguno. Y, desgraciadamente, todos los que peinamos canas en esta querida empresa, hemos mojado pan en esa salsa…  Así que he decidido escribir estas reflexiones, a modo de mi última “de moral” para mis chicos del batallón “Cantabria” y de despedida de este magnífico regimiento que es el “Saboya”.

A España servir hasta morir”, el lema tatuado en los corazones de nuestros
Lema que presidió la AGBS hasta diciembre de 2004
suboficiales no deja espacio a la duda. En esos primeros pasos de nuestras carreras militares todos los objetivos confluyen, y la Patria siempre aparece limpia y brillante en nuestro último horizonte: trabajar para el pelotón, para la sección, para la compañía, prepararme física e intelectualmente… Todo redunda en un beneficio simbiótico en el que la persona, el entorno cercano, los cuarteles generales de las diferentes cadenas de mando y funcionales y, por último, España obtienen su pequeño impulso. Es nuestro granito de arena para una España mejor y más segura. 

FOTO: BPC III. Preparando el despliegue en Irak en la ACINF
Pero el tiempo pasa y con él vuela esa primera capa de inocencia que envuelve a los recién salidos del cascarón. Ascendemos y con los nuevos galones y estrellas empezamos a ser conscientes de lo que significan las evaluaciones, el IPEC[2], las cruces, menciones y felicitaciones, los idiomas, las misiones en el extranjero… Llegan los miedos, las confusiones entre lealtad y servilismo o compadreo –depende si miramos hacia arriba o hacia abajo–, o entre compañerismo y colegueo. Aparecen también las filias y las fobias –personales y de unidad– y junto a la asunción de nuevas responsabilidades, se amplían igualmente las posibilidades de errar en nuestras decisiones. Las órdenes, una vez indiscutibles, parecen no serlo tanto y muchas ponen a prueba nuestra disciplina. En resumen, van apareciendo todo un conjunto de circunstancias que pueden hacer que nos desviemos del camino recto. Camino que, como un buen militar dijo una vez, consiste en:

Elevar siempre los pensamientos hacia la Patria y a ella sacrificarlo todo, que si cabe opción y libre albedrío al sencillo ciudadano, no la tienen quienes reciben el sagrado depósito de las armas de la nación, y a su servicio han de sacrificar todos sus actos[3]”.

Así, esa visión limpia de nuestro trabajo por España empieza a enturbiarse;
FOTO: Autor. Patrulla en Mostar 1996. SPABRI III
ora porque el beneficio del yo se antepone a todo; ora porque una amistad mal entendida o un paternalismo dañino inclina nuestra balanza; ora, en fin, porque surge ese patético “nosotros somos los más machos y el resto unos pistolos” que tanto daño ha hecho a unidades humildes y trabajadoras. Y no quiero decir que en todas las ocasiones haya motivos “oscuros” o mala intención en quien decide o dicta la orden. Ni mucho menos. Muchas veces son simples errores, edificados sobre la base de un conocimiento parcial de la situación o una información sesgada, y otras ocasiones… ¡Ya nos ocupamos nosotros de auto-convencernos de que estamos haciendo lo correcto! Aparte del siempre agradecido paso por las unidades, dediqué todo mi empleo de comandante a los Estados Mayores del Ejército de Tierra y Conjunto y os aseguro que sé perfectamente de qué estoy hablando.

FOTO: ISAF. Español en un orfanato en Kabul. El otro frente
La consecuencia de estos “deslices” es triple: Primero, traicionamos nuestra conciencia y honor. El efecto en cada uno es diferente, pero lo que sí es verdad es que el “pinchazo” moral que podemos notar al acostarnos en esa primera vez que “pequemos”, irá desapareciendo en las siguientes. Para ser más gráfico, la primera vez nos costará bajarnos los pantalones, pero en unas cuantas veces andaremos comodísimos con ellos en los tobillos… Segundo, traicionamos la confianza que nuestro entorno –superiores, compañeros y subordinados– deposita en nosotros. Y que pierdan la fe en ti, duele. Creo que no hay nada peor que no poder mirarle a los ojos a un subordinado. Y, por último, nuestro granito de arena al bien común de España desaparece, en el mejor de los casos, o puede convertirse en un palo en la rueda, en el peor.

Hablo aquí de decisiones en primera persona pero, en muchas ocasiones,
FOTO: BPC-III. Preparando el despliegue en Irak.
simplemente recibiremos este tipo de órdenes desde arriba. Y seremos conscientes, perdida la inocencia, de la finalidad última que encierran. En estos casos, el código de comportamiento viene perfectamente reflejado en dos artículos de nuestras Reales Ordenanzas para las Fuerzas Armadas, aplicables uno, otro o ambos, dependiendo del nivel de la orden recibida:

Antes de que su jefe haya tomado una decisión, podrá proponerle cuantas sugerencias estime adecuadas; pero una vez adoptada, la aceptará y defenderá como si fuera propia, desarrollándola y transmitiéndola con fidelidad, claridad y oportunidad para lograr su correcta ejecución”.

“En el supuesto de que considere su deber presentar alguna objeción a la orden recibida, la formulará ante quien se la hubiera dado. Si su incumplimiento perjudicase a la misión encomendada, se reservará la objeción hasta haberla cumplido”.

VCI PIZARRO del RI Saboya Nº. 6
Y ya está. Así de simple pero así de duro. No, en muchas ocasiones no es fácil decir las cosas… ¡Ni que nos las digan! Nos creemos esculpidos directamente del fémur del Cid Campeador y esos jarros de agua fría nos noquean el ego y nos devuelven a la cruda y humilde realidad de nuestra existencia. Pero eso se llama lealtad y nadie dijo que esta profesión fuera fácil…

¿Estoy exagerando? No, sólo intento dejar claro el mensaje. Obviamente, la repercusión que tiene el que un jefe de pelotón encuadre en su unidad para la siguiente operación al primo de su cuñado –un poco “paquete”, la verdad–, en detrimento de ese soldado espectacular, pero con un carácter que no le cuadra, es muy diferente a la de aquel que bloquea una línea de financiación para que se beneficie otra más de su cuerda, o impide la expansión de una capacidad de combate exclusiva pero necesaria para varias unidades o
FOTO: BPC-III Besmayah. Con el CTS en Irak.
intenta eliminar la esencia de esa unidad que tanta tirria le da desde que era teniente. No, y os aseguro que no hace falta ser el Jefe de Estado Mayor del Ejército para impulsar cosas así. Como decía, la repercusión es diferente, pero el hecho en sí es igual. Le pegamos una patada importante a nuestra escala de valores. En asuntos de moral –porque todos los que aquí expongo pueden ser amorales o, incluso, deshonestos, pero son absolutamente legales, ¡faltaría más!–, los parámetros varían enormemente de una persona a otra. La altura a la que llevamos los pantalones que explicaba antes. Somos capaces de “rajar” hasta el insulto del último escándalo de corrupción política y a los dos minutos pedir esa factura sin IVA, que nos viene mejor…

FOTO: BIMZ I/6. VCI PIZARRO en ejercicio de tiro.
Y aquí, aunque sea de refilón, quiero recordar otra cuarta consecuencia que a veces pasa cuando nos enfrentamos a una decisión y sufrimos lo que algún pedante llama “parálisis por análisis[4]”. No queremos equivocarnos (o somos cobardes, pero este no suele ser el caso), luego si no decido, no me equivoco. Y así, esquivo unas decisiones, dejando que “fluyan” los acontecimientos; voy delegando otras, especialmente las desagradables; y las de más allá las disuelvo en la socorrida expresión “el Mando ha ordenado…”. Vuelvo a los dos artículos de las RROO que he citado anteriormente. En mi opinión, esto es de lo peor en lo que puede caer un militar con responsabilidades de mando. Desde el cabo jefe de escuadra al teniente general. ¡Decidir! Responsabilidad y decisión van unidas y son la esencia del ejercicio del mando. Lo he repetido hasta la saciedad estos años y lo repito ahora. Ante la duda o la ausencia de órdenes tenemos que pensar, analizar rápido la situación y actuar, porque estamos preparados para ello. Con responsabilidad, porque cuentas se nos pedirán siempre de nuestras acciones u omisiones, pero tenemos que decidir. No decidir es siempre la decisión equivocada.

Mirando atrás, veo que en mis ya más de 23 años de servicio, he tomado
FOTO: elconfidencialdigital.es. La Legión en combate subterráneo.
decisiones dudosas. Como supongo que todos, en mi descargo diré que siempre pensando en que hacía lo mejor. También, analizando esos errores, he descubierto una manera rápida e intuitiva de resolver mis dudas, siempre dentro de mi ámbito de responsabilidad. Sencillamente, me pregunto: ¿Es bueno para España? Si la respuesta es claramente afirmativa o negativa, la decisión es inmediata. Si me quedara alguna duda, me asesoro, investigo y trabajo un poco más la decisión, pero os aseguro que es en muy pocas ocasiones. También os aseguro que me he sorprendido alguna vez con respuestas que no son buenas para mí y sí para la Patria.

Pero hay un caso que, históricamente, despeja todos los intereses bastardos, reordena los valores y deja salir la férrea voluntad del servicio total y último a España en aquellos que mantienen en su interior la verdadera nobleza del soldado (quien nunca la tuvo no suele dar la sorpresa. No esperemos milagros…). No es otro que el combate. Fin último y prueba de fuego del militar. Nadie mejor que un sargento medalla militar individual para definirlo:

Tte. Ángel Salamanca Salamanca
Amar a España y luchar junto a mi Bandera fueron los ideales de mi juventud. Ideales que me dieron fuerzas para combatir en las nevadas tierras soviéticas; para luchar hasta el límite de mis posibilidades. Agotado y herido en el combate tuve la fortuna de ser distinguido por mis superiores y ser propuesto para la Medalla Militar Individual. Mis méritos no eran muy superiores a los de otros camaradas, pero como ellos, pude dejar constancia de lo que un español es capaz de hacer cuando su alma se mueve henchida por el espíritu de la Patria[5].

Trabajemos para España, pues. Con nuestros defectos y virtudes. Con
FOTO:Juanma Juguera. BIMZ I/6 en combate urbano
nuestros aciertos y nuestros errores. Con la ilusión del recién incorporado y la serenidad del veterano. Rememos en la misma dirección. Que si la rompiente vuelca nuestra balsa, achiquemos agua y volvamos al ataque. Una, otra y las veces que sea necesario. Termino con un poema –posiblemente uruguayo o argentino, pero que podemos aplicar perfectamente en la Madre Patria– que descubrí en los años complicados del inicio de la profesionalización del Ejército. Cayó en mi poder casi al mismo tiempo que iniciaba los primeros pasos como jefe de una compañía en aquel momento escuálida y lo sentí como propio. Solo me queda ya desear que este regimiento Saboya “viejo, herido, roto, erguido” siga marcando la diferencia como lo hace y tatuando profundamente su lema en el alma de todo aquel que pasa por sus filas. Recibid el corazón de vuestro teniente coronel, para siempre.

Póngase a discreción y escúcheme soldado,
                  quiero hablarle de lo que está pasando,
                  no quiero verlo más con los ojos tristes,
                  la cabeza baja y el corazón cansado.

                  Es difícil lo que voy a decirle
                  porque antes nunca había pasado,
                  y se hace difícil entender las cosas
                  cuando entenderlas hace daño.

                  Cuando usted se puso este uniforme
                  supo que tenía que vivir luchando,
                  y que en el trabajo de todos los días
                  no había lugar para el desgano.

                  Ya sé que el sueldo le queda corto,
                  que en cuartel se achicó el rancho,
                  y para tener bien a los gurises[6]
                  tuvo que salir a changar[7] a otro lado.

                  Ya sé que quedan pocos hombres
                  y que entra de guardia con veinticuatro,
                  y justo ayer se le enfermó la patrona,
                  y se terminó de completar el cuadro.

                  Esto, esto es el sacrificio
                  del que tanto le habían hablado,
                  es la frontera entre los débiles y los fuertes,
                  entre ser civil o ser soldado.

                  Es el orgullo de sentirse hombre
                  a fuerza de aguantar los golpes bajos,
                  de caer y levantarse mil veces
                  sin que nadie lo vea derrotado.

                  Así es como se le sirve a la Patria
                  con el corazón fuerte y bien templado,
                  para aguantar de frente a los que ahora
                  nos quieren débiles y fracasados.

                  Ahora, si todavía tiene ganas
                  de sentirse un buen soldado,
                  vaya, agarre su fusil y venga conmigo,
                  tenemos que seguir entrenando.


                                                     JEFE DEL BIMZ “CANTABRIA” I/6







[1] Esta es la fórmula en vigor que aparece en la Ley 39/2007, de 19 de noviembre, de la Carrera Militar. En mi caso, lo hice con la fórmula de la Ley 79/1980, de 24 de diciembre, sobre la fórmula para jurar la Bandera de España. Decía así: “¡Soldados! ¿Juráis por Dios o por vuestro honor y prometéis a España, besando con unción su Bandera, obedecer y respetar al Rey y a vuestros Jefes, no abandonarles nunca y derramar, si es preciso, en defensa de la soberanía e independencia de la Patria, de su unidad e integridad territorial y del ordenamiento constitucional, hasta la última gota de vuestra sangre?”. Qué queréis que os diga, todavía me emociono leyendo este juramento, por Dios, que termina con la rotundidad de “la última gota de vuestra sangre”.
[2] Informe Personal de Calificación.
[3] Discurso del General Director de la Academia General Militar, Francisco Franco, con motivo de su cierre el 31 de junio de 1931.
[4] Simplificando, es el término por el que se conoce a esas situaciones en las que se le dan vueltas a las cosas en la cabeza, sin llegar nunca a tomar una decisión. El exceso de análisis lleva a reunir tal cantidad de información que cada vez es más complicado tomar la decisión correcta. El miedo al fracaso hace el resto.
[5] Discurso del Sargento Ángel Salamanca Salamanca (con el empleo de teniente en aquel momento, ya en la reserva) con motivo de la imposición, en 1998, de la Medalla Militar Individual concedida en 1969 y ganada en 1943, en la batalla de Krasny Bor.
[6] Gurí: En Argentina, niño, muchacho, chico.
[7] Changar: Hacer trabajos de poca monta.