sábado, 4 de octubre de 2014

SE ACABÓ LA TEORÍA


Sí, se acabó la teoría. Después de casi nueve años pegándome con los ordenadores de los Estados Mayores del Ejército de Tierra y Conjunto, ha llegado el momento de ponerme, de nuevo, al frente de una unidad operativa. Esta vez un batallón, el batallón de Infantería Mecanizada "Cantabria" I/6. El "Heróico". Y el primer hito que todo oficial debe cumplir para hacerse cargo de su unidad es tomar el mando. La toma de mando se produce en un sencillo acto y es siempre un momento lleno de emoción, no sólo por su significado explícito, sino por todas las circunstancias que le rodean, especialmente la presencia de compañeros, familiares y amigos y la alocución que debe pronunciar el mando entrante. En mi caso, como supongo que en el de todos mis compañeros, me tomé muy en serio eso del discurso. Como siempre ocurre en el Ejército, de todo hay "vaca" (nunca sé si es con "v" o con "b" de background, pero el caso es que está ahí) y los discursos no iban a ser una excepción. No me gustó lo que leí. Me parecieron unos discursos llenos de tópicos y frases hechas. Lo que yo quería era dirigirme directamente a mis subordinados y decirles, desde el corazón, lo que quería de ellos y también lo que ellos podían esperar de mí. Nada más... y nada menos. Ahora lo cuelgo aquí, sabiendo que si Dios me permite acabar estos tres años de mando, yo en íntima reflexión y, porque así lo he querido, todos mis subordinados, sabremos hasta que punto he sido capaz de cumplir mi proyecto. No habrá premio ni castigo sea cual sea el resultado, sólo la satisfacción del deber cumplido o la amarga sensación del fracaso. 


Servicio, Sacrificio, y si la Patria así lo requiere y Dios lo permite, la muerte.

Esas son, para mí, las constantes que guían y sostienen el trabajo y la vida militar. Siempre presentes, fáciles de escribir, fáciles de decir, pero difíciles de asumir en toda su plenitud. Pero esto no es nuevo para vosotros, componentes del Batallón de Infantería Mecanizada “Cantabria”. Sé que sabéis lo que implica el servicio a España, sé que sabéis lo que es el sacrificio, tanto vuestro como de vuestras familias, y también sé que conocéis el escalofrío que recorre el cuerpo cuando despides a un compañero caído en acto de servicio. Lo sabéis a la perfección como unidad excepcional que sois, bregada en los teatros de Bosnia-Herzegovina, Kosovo, Irak o El Líbano, pero también en el callado quehacer diario en territorio nacional.

Parto, pues, de la seguridad de que todos conocéis esta dinámica, por lo tanto, no esperéis grandes cambios. No os voy a pedir nada que no os hayan exigido ya los jefes que me han precedido. Nada que no esté ya perfectamente asumido en los genes de esta unidad. Así, me gustaría que retuvieseis ésta como la primera seña de identidad de mi periodo al frente del batallón: Servicio a España, sin dudas, ni egoísmos, ni cicaterías. Servicio a España por encima de todo y que se convierte en sacrificio cuando se realiza en contra del interés individual o, incluso, del de la propia unidad. Servicio a España, que tiene su máxima expresión, Dios no lo quiera, en el sacrificio de la propia vida. El lema de nuestro regimiento nos lo recuerda sin un atisbo de duda o vacilación: Ante todo: España; sobre todo: España; siempre: España.


Esa predisposición al servicio no es más que la constante preocupación por nuestra instrucción, por nuestro adiestramiento y por el mantenimiento de los vehículos, el armamento y el material que el Ejército pone bajo nuestra responsabilidad. Pero si ese celo de soldado debe ser factor común de todos los miembros del batallón, más importante aún es la preocupación constante que todos aquellos con responsabilidades de mando deben tener por sus subordinados. Desde el teniente coronel jefe del batallón al cabo jefe de escuadra. Somos Infantería, Infantería española, la mejor Infantería que han visto y verán los ejércitos del mundo, y aquí, lo más importante, es el infante. Es el bien más preciado y a él se subordinan tecnología y medios. Sólo el bien común puede relegarlo a un segundo plano.

Por eso quiero detenerme ahora un poco más en aquellos que ejercéis el mando en el batallón. Mis capitanes, mis jefes de sección y de pelotón… incluso vosotros, mis queridos cabos jefes de escuadra. Prestigio, ejemplaridad, templanza, iniciativa, resolución… Eso es lo que espero de vosotros. Aprended a interpretar el propósito de vuestro jefe directo más allá de sus palabras. Ante la duda o la ausencia de órdenes pensad, analizad rápido la situación y actuad, porque estáis preparados para ello. Con responsabilidad, porque cuentas se nos pedirán siempre de nuestras acciones u omisiones, pero actuad. No decidir es siempre la decisión equivocada. Aprovechad aquellos momentos del adiestramiento en los que las consecuencias de los errores se minimizan, para redoblar vuestra audacia. La confianza que obtengáis hoy, podrá salvar vidas mañana.

Pero todo este trabajo sólo puede dar buenos frutos si las relaciones que se establecen en el batallón están presididas por la lealtad. Lealtad, que es siempre un camino de doble dirección, no sólo entre jefe y subordinado, sino también entre compañeros de empleo. Lealtad, que no debe confundirse con el servilismo hacia el jefe, con el paternalismo hacia el subordinado o con el falso compañerismo entre iguales. Lealtad que se refuerza y se complementa con la necesaria disciplina que debe imperar en toda unidad militar. Es la lealtad la que nos ayuda a cumplir con nuestra obligación, a ser disciplinados, cuando el proceder del mando no nos es grato o llevadero. Es la lealtad la que nos permite hablar claro y franco tanto a nuestros superiores como a nuestros subordinados sin que nada se espere del favor ni se tema de la arbitrariedad; porque es esa lealtad una de nuestras características como soldados. Esta es la segunda seña de identidad que me gustaría recordarais. Sois, a partir de hoy, mi batallón, mi gente, si me permitís la expresión, y con la lealtad y la disciplina de la que os he hablado, me tendréis siempre, en mi puesto al frente de todos vosotros y dispuesto a apoyaros.

Asumo el mando del batallón en un cambio de ciclo tras la misión en El Líbano. También nuestro Ejército entra de lleno en un periodo de transformación. El cambio previsto en la fisionomía de nuestras brigadas no ha dejado indiferente a nadie. La versatilidad quiere ser el sello distintivo de las unidades que surjan de esta transformación y exigirá un importante esfuerzo a muchas de ellas. Pero nada de esto debe alteraros lo más mínimo porque el "Cantabria" ya es ejemplo de versatilidad y polivalencia. 

Somos capaces de combatir sobre nuestros PIZARROS y, si es necesario, desembarcar de inmediato, combatir a pie, embarcar de nuevo y continuar la acción sin interrupción alguna. Somos capaces, y así lo habéis demostrado, de desplegar en operaciones y operar con vehículos como los RG-31, los LMV LINCE o los BMR, porque sólo nos supone la transición de un complejo sistema de armas como es el PIZARRO a un vehículo más sencillo, cuyo cometido principal es el transporte. Somos capaces, en fin, de subirnos en un avión, en un helicóptero o embarcarnos y desplegar allí donde se requiera, y operar como una unidad puramente ligera, porque forma parte intrínseca de nuestro adiestramiento. Somos la versatilidad hecha unidad, porque cuando el adiestramiento termina para una unidad ligera, a nosotros nos queda el adiestramiento de nuestras tripulaciones. Porque cuando el adiestramiento termina para las tripulaciones de nuestro queridos compañeros acorazados, a nosotros nos queda el adiestramiento como unidad desembarcada.

Tampoco esto es una novedad. El general de la Brigada, a través de su Programa Anual de Preparación, deja claro lo que espera de nosotros:
Debemos estar preparados para ser empleados con un preaviso extremadamente corto, sin una preparación específica para la operación, en un terreno, un ambiente y un adversario desconocido o parcialmente desconocido y en un teatro de operaciones que puede estar situado a gran distancia del territorio nacional.

Para cumplir esta orden solo hay un camino: la instrucción y el adiestramiento intenso y constante. Y eso haremos. Progresivamente, sin prisas, pero sin pausa. 

También sabemos que no podemos combatir solos. Necesitamos, cada vez más, contar con apoyos y capacitadores. Por ello, tendremos que progresar en la integración con los carros de combate, en el empleo de Observadores Avanzados de Artillería, de Controladores de Fuegos Aéreos o de Zapadores y asumiremos, muy a menudo, el vital refuerzo en abastecimiento y mantenimiento del Grupo Logístico.


Pero, previo a todo esto, está la instrucción individual, como combatiente, de cada uno de nosotros. De todos y cada uno de nosotros, porque el fuego enemigo no sabe de estrellas, ni de galones. Una buena preparación física es la base sobre la que se construyen las primeras capacidades individuales que todo soldado debe poseer y mantener vivas. Sobre ellas, seguiremos trabajando la especialización, que es la que verdaderamente da valor añadido a la unidad. Todos somos piezas necesarias del engranaje que hace que el batallón sea la unidad de combate que debe ser. Y junto a toda esta preparación física, táctica y técnica, fomentaremos y prestaremos especial atención a los valores morales –que son los que guían nuestra conducta y nos diferencian de una banda de mercenarios–, a las manifestaciones externas de disciplina –individuales y también colectivas–, y al conocimiento de nuestro historial, la cohesión y el sentido de unidad.

No me olvido hoy de mis queridos especialistas. Sé el peso que tenéis en una unidad mecanizada y recuerdo las veces que, en anteriores destinos, me habéis sacado de situaciones comprometidas en operaciones y ejercicios. Las actividades de mantenimiento son una parte esencial de la instrucción y el adiestramiento, no algo que sirve para rellenar tiempos muertos. No pueden llegar a vuestras manos averías provocadas por un deficiente mantenimiento de primer escalón.
También espero de vosotros un adecuado nivel de adiestramiento en aquellas tareas tácticas que os competen, como parte de una unidad de combate que sois.

Creo que, a lo largo de estos minutos, he dejado claro que cuando hablo de empleo del batallón, de instrucción y adiestramiento, estoy hablando de combate. Porque la vocación de una unidad mecanizada como esta es el combate. La dura preparación para la situación más exigente, que jamás debe desaparecer de nuestro horizonte, lleva siempre aparejado el éxito en las situaciones que no lo son tanto, como habéis demostrado repetidas veces. La preparación del batallón será lo más parecida posible al modo en el que va a combatir, con una sola premisa: Ningún ejercicio en tiempo de paz vale la vida de un soldado. Esta es la tercera seña de identidad que quiero dejar clara hoy. En el marco y con las directrices del Regimiento y la Brigada en la que estamos encuadrados, el batallón buscará que su preparación esté dirigida y se asemeje lo más posible al combate, en el sentido más amplio de la palabra y en todos los escenarios a los que podríamos enfrentarnos.

Así que trabajaremos al máximo, como siempre lo ha hecho este batallón, con el sólo propósito de estar en las mejores condiciones de servir a España allí dónde se requiera y con la satisfacción del deber cumplido como único anhelo. Trabajaremos con todos los problemas que tienen y que puedan tener nuestros vehículos, con la disponibilidad de personal, carburante, munición y créditos que el mando determine, con el firme propósito de apurar al máximo las posibilidades que todo ello nos brinde y con el deseo de ser empeñados en las situaciones de mayor riesgo y fatiga. Deseo que expreso en este mismo momento frente a nuestro coronel y con la lealtad y el respeto que debo a nuestro batallón hermano.

El gran día de Gerona de Ramón Marí Alsina. El 26 de junip de 1809 el Regimiento Saboya
rompió el cerco, francés de la ciudad para entrar en ella y ayudar a su defensa.
Quiero hacer mención también al regimiento en el que estamos encuadrados. El regimiento de Infantería Mecanizada "Saboya" número 6, el "Terror", bonito sobrenombre para un regimiento. Pocas unidades pueden contar con un historial tan impresionante como el del Saboya. Tenemos la responsabilidad de recordar, honrar y engrandecer el legado de aquellos que nos precedieron en los casi 500 años que han transcurrido desde su creación en 1537. Los que combatieron en los campos de Italia, Flandes, Sicilia, Orán o Argel. En los sitios de Gibraltar, la recuperación de Menorca, en Barcelona, Cuenca, Badajoz, Ceuta, Melilla o el Protectorado. En Méjico, Cuba o Perú.  

Nadie mejor que un saboyano, el teniente coronel Francisco de Villamartín, expresó, en 1862, la responsabilidad del militar ante un futuro siempre incierto y ante el legado que recibe de Historia. Decía así:  Llegará un momento, no sabemos cuando, no sabemos por qué, en que seremos llamados a resolver una difícil cuestión de vida o muerte para la patria, y la resolveremos, porque cuando el destino decreta no hay fuerza humana que se oponga a la corriente de los sucesos impulsados por la mano de Dios.
Que la joven generación se persuada de lo mismo, que espere días de prueba, que temple su alma con el estudio y las virtudes para poder arrostrar de frente el peligro mostrando al mundo que somos los vencedores del Garellano y los vencidos de Rocroi, y cuando llamemos a la tumba de los héroes que en aquellos campos murieron, “Nos habéis dado una patria” –les diremos. “Nosotros la hemos engrandecido, tenemos derecho a dormir a vuestro lado”.





Componentes del Batallón “Cantabria”, asumo hoy el mando con la humildad de quien lleva tiempo alejado del barro, con la humildad de quien nunca sirvió en las filas de la Brigada “Extremadura” XI. Tomo hoy el mando y asumo la enorme responsabilidad que supone ponerme al frente de un grupo excepcional de guerreros como vosotros. Al frente de una de las mejores unidades que existe, y lo es, porque, como dije antes, está formada por soldados españoles y más aún, por infantes. Con la responsabilidad que supone haber sido elegido por el Mando frente a compañeros, frente a amigos, al menos tan válidos como lo pueda ser yo, para ejercer este importante cometido. Pero tomo hoy el mando, también, con todo el derecho que me otorgan 25 años de servicio a España y a nuestro Ejército en las filas del Tercio “D. Juan de Austria” 3º de la Legión, del Regimiento Mecanizado “Asturias” 31, del Mando de Operaciones Especiales, del Regimiento de Infantería “Garellano” 45, del Estado Mayor del Ejército y del Estado Mayor Conjunto. Sin pedir ni rehusar. Días felices, por qué no, pero días llenos también de sacrificio, de sudor, de esfuerzo, de cansancio, de sinsabores, de frustración, de jornadas interminables y de trabajo duro que hoy, aquí, tienen su recompensa. Tomo hoy el mando, en fin, con la misma ilusión con la que un día inicié mi andadura como oficial en la 49 promoción de la Academia General Militar. Sólo pido a la Inmaculada que me proteja y ayude en esta nueva etapa.



Ahora, queridos componentes del Cantabria, ya sabéis lo qué podéis esperar de vuestro teniente coronel.

(FIRMES)

Y, por primera vez al frente de vosotros, gritad conmigo: ¡Viva España!, ¡Viva el Rey! ¡Viva el Ejército!