domingo, 4 de diciembre de 2011

OCHO AÑOS SIN "GOLIARDO"

Carlos era mi amigo. Nos presentaron una noche en Madrid y acabamos de madrugada brindando por la Legión con chupitos de burbon. El era un señor cadete de segundo curso en la Academia General Militar y yo un opositor sin pena ni gloria; sin embargo, conectamos enseguida. Al final de la noche me dio una “colleja” cariñosa y, sacando sus llaves de un llavero legionario desconchado, me dijo: “Era de mi padre; cuando ingreses, me lo devuelves”. Sí, ya sé, exaltación de la amistad y todo eso, pero para mí fue algo especial. Con el tiempo intenté devolvérselo varias veces pero nunca me lo admitió. Un 29 de noviembre de hace ocho años moría, pistola en mano, en una carretera de Irak. Hace unos días, el 29 de noviembre de 2011, mientras jugueteaba con su llavero en mi bolsillo, me prometí dedicarle estas líneas. No son totalmente nuevas, están escritas sobre la base de un mensaje que mandé el día después de su muerte a unos cuantos conocidos, emocionado y, a la vez, indignado por cómo se estaba tratando su muerte. No es un informe pericial. Incluso puede que tenga errores que el paso del tiempo ha ido desvelando. Me da igual. No era, y es, más que el recuerdo a un soldado querido y admirado. Ahora, sin que el tiempo haya disminuido un ápice mis sentimientos por aquellos hechos, quiero rendir público homenaje a Carlos, mi amigo, y a los que le acompañaron en su muerte. Porque nosotros no olvidamos a nuestros muertos.

Instalaciones de la Brigada Plus Ultra en Irak (FOTO: www.fotosmilitares.org)
El 29 de noviembre asesinaron a siete militares en una emboscada en Irak. Eran agentes del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) pero, ante todo, eran militares y por serlo fueron escogidos, entre todos los voluntarios, para esa misión. Uno de ellos era el comandante Carlos Baró Ollero. Aunque ya nos conocíamos de antes, a mediados de los noventa tuve el honor de convivir diez intensos meses con él. Fue un honor entonces, como lo ha sido todo el tiempo que me honró con su amistad, y lo es ahora cuando, con una punzada en el corazón, intento enlazar algunas frases que sirvan de íntimo homenaje a su memoria. Aquellos fueron los diez meses del Curso de Operaciones Especiales: yo, teniente recién salido de la Academia; él, casi capitán destinado en La Legión. Dicen que el curso envejece tres años al que lo realiza. Puede ser, pero lo que es seguro es que llegas a conocer profundamente las virtudes y miserias de todos tus compañeros como si realmente pasases esos tres años con ellos. Carlos, “Goliardo”, su nombre de guerra, estaba llamado para algo grande. Excepcional en el plano físico e intelectual, respiraba liderazgo y virtudes militares. Era, para muchos de nosotros, el teniente que queríamos llegar a ser. Un “perro de la guerra” de los que te gusta tener cerca cuando vienen mal dadas. Tenía también una curiosa afición: guardaba en un cuaderno citas militares y actos heroicos de nuestra Historia y, sobre todo, de la historia de La Legión. Hoy quiero escribir el relato de su muerte para que pueda unirse, como uno más, al de los héroes que le precedieron.

Eran las fechas previstas para el “reconocimiento en zona” del equipo operativo del CNI que, el siguiente enero, desplegaría en Irak. Circulaban, equipo “entrante” y “saliente”[1], en un Nissan Patrol y un Toyota Land Cruiser blancos[2] desde Bagdag hacia las bases españolas en Diwaniya y Nayaf. Da igual si era tarde o temprano, si la carretera era más o menos segura que la autopista, si no llevaban chaleco antibalas o si debían viajar o no los ocho militares juntos[3]. De lo que estoy seguro es que si personas de su experiencia tomaron esas decisiones, fue porque, sin duda alguna, eran las más adecuadas para aquellas circunstancias. Sin embargo, desde el sillón de casa, la barra del bar o la redacción de algún libelo, cualquier imprudente puede hacer las valoraciones que estime oportuno. Estoy un poco harto de estrategas de salón y tácticos de pacotilla.

Vehículo de los españoles (FOTO: www.elpais.com)
La carretera estaba muy transitada y habían circulado unos ocho kilómetros desde que abandonaron el mercado de Mahmudiya, donde posiblemente les “marcaron”, e iban a entrar ya en la aldea de Latifiya, a unos 30 kilómetros al sur de Bagdag. No vieron, o no les dio tiempo a reaccionar, a un Oldsmobile[4] blanco que, a gran velocidad, les adelantó y ametralló los dos vehículos desde las ventanas de la derecha. Primero al Nissan que iba más retrasado y, unos diez segundos después, al Toyota que circulaba en cabeza. El conductor del primer todo-terreno, Alfonso, murió en el acto y el coche acabó en un barrizal en la cuneta derecha. El conductor del segundo vehículo, Alberto, fue herido de muerte también, así como el agente que viajaba en el lado trasero izquierdo. Carlos, que iba de copiloto, logró hacerse con el control del coche, avanzar unos cientos de metros y pararlo en el arcén cerca del primer vehículo. Se calcula que este primer ametrallamiento dejó a cuatro de los agentes fuera de combate, muertos o muy graves.

FOTO: www.elpais.com
Carlos y José Sánchez Riera, descendieron del segundo todo-terreno y se dirigieron a auxiliar a los posibles heridos. Podían haber continuado, haberse puesto uno de ellos al volante y salir zumbando. Incluso agruparse con los que quedaban indemnes e intentar romper el contacto a pie. Nadie les habría reprochado nada, pero no olvidemos que eran militares y como tales actuaron. Habían entrado de lleno en la “zona de muerte” de una emboscada y empezaron a recibir un intenso fuego desde unos edificios cercanos. Fusiles Kalashnikov, una ametralladora PKS y granadas de RPG-7 contra pistolas Stern de 9 mm. y un subfusil Ingram M-10 que, a causa del barro, se les encasquilló. Corrieron hacia la cuneta izquierda, como pudieron se parapetaron[5], y repelieron el fuego. Sólo uno de los ocupantes del Toyota, el primer vehículo, logró llegar a esa cuneta. Carlos hizo una primera llamada a Base-España desde su Thuraya[6]. A continuación llamó al CNI en Madrid e informó con detalle de las bajas, solicitando apoyo y medios aéreos para la evacuación. Tres helicópteros Superpuma despegaron de Base-España, a unos 150 kilómetros de su posición, en un intento desesperado por evitar el desastre. La comunicación se cortó. Sólo quedaban tres con vida, probablemente alguno de ellos ya herido.

Carlos se dirigió a sus compañeros y les ordenó que cruzaran la carretera e intentaran buscar ayuda, que él les cubriría. Estoy seguro de que sabía ya lo que le esperaba, con su pistola reglamentaria por todo armamento y corto de munición, lo asumió con el valor de los escogidos. Los dos militares empezaron a correr y uno de ellos cayó muerto a los pocos metros; el otro, milagrosamente, logró salvar su vida. Habían pasado quince interminables minutos y Carlos, seguramente ya herido de muerte, realizó una última llamada al CNI. Dio sus coordenadas exactas e informó de que les estaban matando. No consiguió terminar. Alguna de las ráfagas que el operador pudo oír al otro lado del teléfono dio en su objetivo.

VEC de la Plus Ultra en Irak. (FOTO: lckilgore.blogspot.com)
A unos diez kilómetros se encuentra una de las bases de la 82 División Aerotransportada norteamericana. Un policía iraquí avisó de que había una manifestación en la carretera. El teniente coronel Pete Johnson envío una compañía pero cuando llegaron sólo pudieron hacerse cargo de los cadáveres. La escena era dantesca[7]. Los cuerpos habían sido ametrallados y ardían esparcidos por la zona     –hizo falta el análisis de ADN para identificarlos–. Cuando llegaron los Superpumas españoles era ya noche cerrada. Habían estado buscando a ciegas y sólo encontraron los dos vehículos calcinados.  Después de treinta años, España volvía a tener bajas en combate y un grupo de militares volvía a abrir la puerta grande de la Historia.

Me dolió, como a toda la familia militar, la forma en la que el funeral se ofició en el CNI. No porque limitasen a ocho personas por caído las que podían entrar en la improvisada capilla. No porque al resto los metiesen en el salón de actos con una pantalla gigante, como si fuera un concierto, por miedo a cualquier tipo de escándalo reivindicativo. No porque eliminasen toda referencia militar en la ceremonia, apenas unas palabras del capellán. No porque les condecoraran públicamente con la orden al mérito civil y, un tiempo después y por lo bajo, con la cruz al mérito militar con distintivo amarillo. No por todo eso, sino por ver cómo la política puede llegar a corromper hasta lo más sagrado[8].

Después del funeral, a Carlos se le enterró con un gorrillo legionario sobre su ataúd, rodeado de sus compañeros militares de uniforme y, por expreso deseo de sus familiares, se cantó el Novio de la Muerte. Y punto. No hubo gritos en contra de nada ni de nadie como se ha publicado. No los hubo porque somos militares y sabemos cuál es nuestra obligación, nuestro deber. Carlos murió como quería, como un auténtico soldado y no con el cuerpo arrugado por los años, con una sonda metida en el culo y mirando, si es que pudiese ver, el techo de un hospital.

Cabo de ametralladora en Nayaf (FOTO: lckilgore.blogspot.com) 
2003 ha sido un año duro para las Fuerzas Armadas. El accidente del Yakolev en Turquía y los distintos asesinatos en Irak han golpeado nuestro corazón y nuestras conciencias. Es curioso ver cómo la visión de la muerte clarifica las mentes. De un golpe desaparecen los perfiles de idiomas, las casas militares, los ascensos, los trienios o el sueldo que no llega, y sólo queda el motivo por el que un día abrazamos la carrera militar: espíritu de servicio, sacrificio y amor a España. Mientras veo cómo alguien es capaz de entregar su vida, pistola en mano, en una lejana carretera de Irak, me pregunto si yo hubiera sido capaz. Nunca rehuí el puesto de mayor riesgo y fatiga pero en ningún momento llegué al limite que separa lo razonable de lo heroico. Ese es el castigo de muchos de nosotros; no saber, todavía, si tenemos el valor para cumplir lo que un día juramos al besar la Bandera. Yo sé que me gustaría actuar y morir como lo hizo Carlos pero sólo sabré si soy como él cuando ya sea demasiado tarde.
Monumento a los caídos en Irak en el CNI



[1] Los salientes eran los oficiales Alberto Martínez y Carlos Baró y los suboficiales Luis Ignacio Zenón y Alfonso Vega. Los entrantes, los oficiales José Merino Olivera y José Carlos Rodríguez Pérez y los suboficiales José Lucas Egea y José Manuel Sánchez Riera.
[2] He leído en algún lado que en lugar de un Toyota Land Cruiser blanco era un Chevrolet Tahoe azul. Dejo aquí constancia, aunque no creo que sea un dato significativo. Más importante es que los vehículos no fueran blindados. El CNI ya tenía prevista su sustitución, aunque no llegaron a tiempo.  (Fuente: El País, 29NOV04. Artículo de Miguel González). También he leído que algunos agentes no eran partidarios de utilizar este blindaje en Irak por el aumento de peso que suponía y la pérdida de maniobrabilidad.
[3] El desplazamiento de los ocho agentes a Bagdag, acreditación en Camp Victory y entrevistas en la Coalition Provisional Administration (CPA) incluidas, fue expresamente aprobada desde Madrid (Fuente: El País, 29NOV04. Artículo de Miguel González).
[4] Como antes, también se habla de un Cadillac.
[5] Un testigo, citado por la agencia AFP, declaró: “No tenían dónde parapetarse, pero estuvieron resistiendo cerca de un cuarto de hora, antes de ser abatidos y de que cesaran los tiros” (Fuente: El Mundo, 03DIC03. Artículo de Alfonso Rojo).
[6] Teléfono vía satélite utilizado en las zonas de operaciones.
[7] Antes han pasado por el lugar un equipo de TV de Sky News que filma los coches destruidos y a grupos de adolescentes enloquecidos pateando los cuerpos de los españoles, y una columna polaca que ve los vehículos y los cadáveres pero que, al no ver signo militar alguno, continúa su camino. Los polacos no saben que los restos que están viendo son de los militares con los que han coincidido en Camp Victory esa misma mañana.
[8] El 14 de julio de 2004, el recientemente nombrado Ministro de Defensa, José Bono, en sustitución de Federico Trillo-Figueroa, inauguraba en la sede del CNI, en Madrid, un monumento en memoria de los agentes caídos en Irak, obra de Alberto Corazón. En el mismo acto, el ministro entregaba a las familias las cruces al mérito militar con distintivo rojo que sustituían a las de distintivo amarillo entregadas por el anterior Gobierno. El Real Decreto 1040/2003, de 1 de agosto, por el que se aprueba el Reglamento general de condecoraciones militares, vigente en el momento de los hechos, definía así ambas condecoraciones:
"Distintivo rojo: se concederán a aquellas personas que, con valor, hayan realizado acciones, hechos o servicios eficaces en el transcurso de un conflicto armado o de operaciones militares que impliquen o puedan implicar el uso de fuerza armada, y que conlleven unas dotes militares o de mando significativas.
Distintivo amarillo: se concederán por acciones, hechos o servicios que entrañen grave riesgo y en los casos de lesiones graves o fallecimiento, como consecuencia de actos de servicio, siempre que impliquen una conducta meritoria".
La diferencia es clara, igual que la motivación política en la concesión de una u otra.

martes, 15 de noviembre de 2011

UNO DE LOS BUENOS



Sgto. 1º Jaquín Moya Espejo
Foto: MDEF

Encarando el fusil, cuerpo a tierra y repeliendo el segundo ataque del día junto a sus compañeros y soldados afganos del kandak[1] al que instruía. Así murió el sargento 1º Joaquín Moya Espejo. Allí, en Afganistán, en la maldita ruta Lithium, cerca del puesto avanzado “Bernardo de Gálvez” de Ludina, entre la base española de Qala i Now y Bala Murghab. Ese infernal trozo que falta por asfaltar de la Ring Road, especie de “circunvalación” afgana y una de las pocas carreteras que puede denominarse como tal en el país.


Soldado español en Badghis. FOTO F. POOYAA (AP)
Quien me haya leído sabe lo que pienso del prestigio y la ejemplaridad en el ejercicio del mando y esta muerte es la máxima expresión de ambas. El prestigio que ya tenía el sargento 1º Moya, que se ha multiplicado exponencialmente con su muerte y la ejemplaridad en su actuación, no sólo ante sus superiores y sus subordinados, sino también ante los soldados del ANA[2]  a los que estaba instruyendo. De él han dicho, y escrito está: “Era un toro, un líder nato, uno de esos hombres que sigues a donde sea. Un perfecto soldado, un perfecto suboficial, un señor profesional. Uno de esos militares que tienen don de gentes… ¡y eso que sólo medía 1,65 metros! Pero tenía la talla de liderazgo del gigante humano que era. Era un ejemplo continuo”[3]. O “parco en palabras, pero rico en hechos, era un verdadero líder al que adoraban sus hombres y querían sus superiores”[4]. Murió en el helicóptero norteamericano ­–otra vez los denostados yankees echándonos una mano­– que lo evacuaba al ROLE 2 de Bala Murghab.

“A España servir hasta morir” era el lema que presidía desde el monte cercano la Academia General Básica de Suboficiales que vio crecer a Joaquín como cuadro de mando. Antes, la Brigada Paracaidista, cuna y escuela de excepcionales militares. También la Brigada Mecanizada “Guzmán el Bueno” X de su Córdoba natal. Ahora, perteneciente a mis queridos “bizarros” del Regimiento de Infantería Mixta “Garellano” nº 45, al que pertenecí en su guarnición de Bilbao. Se alistó, voluntario, para la misión en Afganistán, encuadrado en unos de los OMLT[5] que se ocupan de la instrucción de los batallones que deberán hacerse cargo de la seguridad del país; en el caso de España, en la provincia de Badghis. La labor de estos equipos va más allá de la simple instrucción en zonas de adiestramiento. El asesoramiento incluye el acompañamiento del kandak cuando sale a una misión o se desplaza. Con ellos van sus instructores y, con ellos, sufren sus mismas vicisitudes. Una labor similar realiza también la Guardia Civil con las unidades policiales afganas.

Puesto español de vigilancia en Afganistán. FOTO: www.cadenaser.com
“Mala suerte”. He leído esta frase demasiadas veces al describir la muerte del sargento 1º Moya. ¿Es que alguna muerte es por buena suerte? ¿Es que algún imbécil todavía cree que eso es a lo que vamos a Afganistán, que lo que nos “pone” es el riesgo de saltar en pedazos o que una bala nos reviente el corazón? No. Tener mala suerte es ir andando por la Gran Vía y que una maceta te abra la cabeza. Joaquín estaba donde tenía que estar, hacía lo que le habían ordenado hacer, entró en combate, le dispararon y le dieron. En el año 2010 han muerto en circunstancias parecidas 711 militares de ISAF[6]. Hablar de mala suerte es banalizar el trabajo de nuestras unidades allí.

Sí, ya sé, lo más probable es que fuera una bala perdida que se metió por donde no debía, disparada por una ametralladora RPK, más que por un AK-47, pero lo más peligroso es que un francotirador haya disparado a más de 500 metros buscando la cabeza o el cuello de su objetivo[7]. Precisamente al espacio descubierto entre el casco, el cuello o las partes más débiles del chaleco. Somos buenos en esto y la experiencia que están cogiendo nuestras unidades está, sin ninguna duda, salvando vidas. Cada TIC[8] se analiza y se extraen las “lecciones identificadas” en varios niveles. Así que no me cabe la menor duda de que, como marca la teoría para un buen planeamiento, la seguridad de nuestros hombres se está montando para hacer frente a la hipótesis más peligrosa y, desde el punto de vista del material, se está trabajando ya en cómo mejorar los puntos más vulnerables de nuestro equipo.

La Ministra impone la cruz al mérito militar con distintivo rojo
FOTO: EFE
Noventa y siete militares españoles han entregado su vida en la operación ROMEO-ALFA en Afganistán. Es un número elevado que, en mi opinión, muestra el grado de compromiso de los profesionales de las Fuerzas Armadas que acuden a esta misión. Ninguno quería morir, pero allí dejaron lo más valioso que tenían. Y seguiremos yendo hasta que el Gobierno diga lo contrario. Lo dije antes: somos buenos en esto y hacemos lo que nos dejan hacer.

Roto y descalzo, dócil a su suerte.
Cuerpo cenceño y ágil, tez morena.
A la espalda el morral, camina y lleva
el certero fusil con mano fuerte.
Sin pan, sin techo, en su mirar se advierte
vívida luz que el camino serena
la limpia claridad de un alma buena
y el augusto reflejo de la muerte.
No hay a su duro pie risco vedado.
Sueño no ha menester, quejas no quiere.
Donde le llevan va, jamás cansado.
Ni el bien le asombra,
ni el desdén le hiere.
Sumiso, valeroso, resignado,
obedece, pelea, triunfa o muere[9].

Soldados españoles en Afganistán
No quiero (ni debo) valorar comentarios o decisiones políticas. No sé si los anuncios de repliegue a tres años vista que han realizado los dignatarios de algunos de los países contribuyentes a la misión de ISAF, incluido España, son acertados o no. Somos profesionales de la milicia, no de la política. Pero de lo que estoy seguro es que el último soldado que salga de Afganistán lo hará con la íntima satisfacción del deber cumplido. Como cuando salimos de Bosnia-Herzegovina, Kosovo o Irak. Lo que haga o diga el político de turno, sinceramente, me importa una mierda.

Ha muerto otro de los buenos. A nosotros, que seguimos aquí en la mediocridad gris del día a día, sólo nos queda pedirle al Santísimo Cristo del Descendimiento, cuyo paso tantas veces portó Joaquín, que lo acoja en su seno y conforte a su familia en estos momentos de dolor. Que así sea.
FOTO: www.intereconomia.com



[1] Nombre pastún que se le da al batallón en el ANA. Es la unidad básica y cuenta con unos 600 hombres.
[2] ANA: Afghan National Army
[3] Diario ABC, 7 de noviembre de 2011.
[4] Diario ABC, 11 de noviembre de 2011. Teniente general (R) Agustín Muñoz-Grandes Galilea, citando a su jefe de Batallón, teniente coronel Romero.
[5] Operational Mentor and Liaison Team: Equipo Operativo de Asesoramiento y Enlace. Fueron militares de una OMLT los que acompañaron al primer Kandak formado por España desde el Centro de Entrenamiento Militar de Kabul a Qala i Now a finales del pasado año: 49 españoles acompañando a 569 afganos, durante 13 días, en un convoy de un centenar de vehículos, que recorrió los 1.300 kilómetros que separan ambas ciudades por el sur.
[6] Fuente: www.icasualties.org
[7] Está claro que no fue un arma de calibre 12,70 o similar (el Barrett que utilizan nuestro tiradores o los americanos; el M24, también de los americanos; el L115A3 de los británicos; o el Dragunov de fabricación rusa), ya que son fusiles con una distancia efectiva de fuego superior al kilómetro y los destrozos que producen al impactar la munición que usan son enormes. Tema diferente son las armas de calibre 7,62 o similar, dotadas de visor (caso del Accuracy de las fuerzas españolas o el SR-25 que usan los americanos). Su alcance efectivo suele rondar los 600 metros. Dado que la insurgencia ha utilizado ya los de 12.70 (por ejemplo: http://kitup.military.com/2010/07/insurgents-using-50-cal-sniper-rifle.html), no es de extrañar que cuenten con los de 7,62 de fabricación rusa.
[8] TIC: Troops in Contact. Eufemismo con el que se designa ahora a los combates de toda la vida.
[9] Amós de Escalante (1831-1902). El poema se llama “Nuestro Soldado”.


jueves, 20 de octubre de 2011

EL PERRO DE NEVESINJE


FOTO: www.mundomascota.net

Hacía tiempo ya que no publicaba nada y no ha sido por falta de noticias o de ganas. El problema ha sido (y es) que comentar temas de actualidad desde la condición de militar te hace andar, la mayoría de las veces, por el difuso borde que separa nuestra libertad de expresión y la obligación de neutralidad política y sindical. Así, desde mi última publicación, se han ido a la picadora dos borradores: el primero sobre la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) y Eduardo Bautista, el Judas Iscariote[1] que la comandaba. Otra faceta de la “kultura”, de la que habría dado buena cuenta Millán-Astray con su famosa y siempre descontextualizada frase de “¡Muera la Inteligencia!”[2]. El segundo, sobre la publicación de la Ley Orgánica 9/2011, de 27 de julio, de derechos y deberes de los miembros de las Fuerzas Armadas, que ha pasado desapercibida en los medios de comunicación y ha sido también superficialmente difundida en medios militares. Para mí supone, ni más ni menos, que la desaparición del concepto de Mando, con mayúscula, tal y como lo hemos conocido hasta ahora. Las asociaciones tienen, a partir de este momento, un papel preponderante en la “defensa y promoción de los intereses profesionales, económicos y sociales de sus miembros” y contribuirán “en el proceso de elaboración de proyectos normativos que afecten al régimen de personal”. Como dice su Preámbulo: “Se pretende que esta vía –asociaciones profesionales– sea un complemento adecuado de la representación institucional que se ejerce a través de la cadena de mando militar”. Sin comentarios.

Unamuno saliendo de la universidad de Salamanca
FOTO: www.rojoyazul.net
Por eso, hoy he decidido escribir de algo inocuo desde el punto de vista político pero de gran contenido emocional en mi vida.

Nevesinje es un pequeño pueblo de la zona serbia[3] de Bosnia-Herzegovina. Está a unos 30 kilómetros al oeste de Mostar y a unos diez de la frontera con la zona bosnio-croata. En noviembre de 1996, a pocos kilómetros de la línea de alturas que domina el pueblo, se encontraba uno de los destacamentos españoles, de entidad subgrupo táctico (SGT), pertenecientes a la SPABRI III de la Fuerza de Implementación de la OTAN (IFOR)[4]. En un paisaje nevado y con temperaturas de hasta -16ºC, los BMR del SGT “Alférez Munar” patrullábamos Nevesinje y los alrededores. La escasez y los años de guerra se notaban en las gentes del pueblo, penuria agravada entonces por el simple hecho de ser serbio-bosnios, los grandes perdedores y los “malos de la película” para la comunidad internacional. Allí, buscándose la vida como todos los demás, había un perro. Grande de tamaño aunque flaco, con el pelo negro, no muy largo, que podría asemejarse, con muy buena voluntad, a un pastor belga. Andaba de un lado para otro, sin llamar la atención de nadie, buscando algo que comer. Yo sí me fijaba en él. Me llamaba enormemente la atención la viveza e inteligencia de su mirada. Oía el ronroneo del BMR, se paraba en seco, nos miraba, y seguía a lo suyo una vez comprobado que no éramos una amenaza. Lo veía prácticamente todos los días que bajé a Nevesinje en esas primeras semanas de misión. Por supuesto, no le di nunca nada. Nos mirábamos y ya está. No sé lo que hubiera pasado si alguien me hubiera visto darle comida a un perro en aquellas circunstancias.

FOTO: www.wikipedia.org
Un día, ya bien entrado diciembre, lo vi muerto, sobre el hielo, en una cuneta del pueblo. Tumbado, sin signos aparentes de violencia, como si estuviera durmiendo. Reconozco que me entristeció bastante. Y allí siguió muerto durante al menos una semana más, despertando el mismo interés entre los transeúntes que el que había despertado cuando estaba vivo. Me dio más pena ese perro que la mayoría de los adultos con los que me tropecé en esa misión, sin tener claro realmente el porqué. Ese perro negro abrió un huequito en mi corazón, una conexión sentimental con ellos, los perros, que ya no me abandonará el resto de mi vida. Los niños y los ancianos eran otro tema. Quizá en mi cerebro la lástima sea proporcional al grado de vulnerabilidad. No lo sé. Pero lo que sí sé es que ambos son las primeras víctimas en cualquier conflicto.

PATTON (Foto: autor)
Siete años después de ese suceso, compramos nuestro primer perro. Mis padres también han tenido perros, pero este era el primero verdaderamente mío. La verdad es que fue casi una elección forzada. O un perro o un sueco de un metro noventa que llenara mis grandes ausencias de casa. Así entro Patton en nuestra vida. Un bulldog francés totalmente blanco, seguramente el más débil de la camada en su República Checa natal. No sé el tiempo que llevaría en la tienda[5] pero cuando entré, mi mujer lo había sacado de la jaula y el pobre hacía todas las monerías que sabía para intentar convencerla de que era el perro adecuado. Yo no había visto esa raza en mi vida –la dueña de la tienda tuvo que coger un libro para explicarnos sus características–, incluso me pareció bastante feo, pero mi mujer ya había elegido. Ese perro blanquito, con orejas de murciélago y al que sólo le faltaba bailar claqué para llamar nuestra atención, nos llenó de alegría y cariño los escasos tres años que vivió. Como si Dios hubiera querido compensar su constitución débil[6], le había dotado en cambio de un carácter y una dulzura que inspiraba una enorme ternura.

PATTON (Foto: autor)
Un día, sin saber bien la causa, se quedó paralítico de medio cuerpo. Recuerdo que llegué desde Bilbao, donde en aquellos días estaba destinado. Estaba en el veterinario, en el suelo, hiperventilando de dolor, cuando me acerqué a él. Me vio y vino hacia mí arrastrándose buscando mis caricias y mi protección. Ya no había nada que hacer. Había perdido la sensibilidad profunda en las patas traseras debido, posiblemente, a una lesión en la médula espinal. Le pusimos la inyección y murió en mis brazos. No recuerdo haber llorado tanto en mi vida. Sabía que era irracional. Un pedazo soldado de treinta y pico tacos llorando como una magdalena por un perro. Irracional pero irrefrenable. Ese huequito que me había abierto el perro negro de Nevesinje se hacía más y más grande.

He enterrado a mis cuatro abuelos. Los cuatro muy queridos y con los que mantuve una magnífica relación tanto de niño como de adulto. Con la muerte de ninguno de los cuatro derramé una sola lágrima. He enterrado a compañeros. Compañeros de promoción y amigos, antes que compañeros de armas. Tampoco derramé por ellos una sola lágrima. Incomprensible, irracional, estúpido…, pero real.

MONTY (Foto: Autor)
Ahora tenemos otros dos bulldogs francés. Monty, el mayor de ellos, con ocho años, compartió su infancia con Patton; él también maduró el día en que murió su compañero de juegos. Tiene dos operaciones de hernia discal. Le pasó lo mismo que a Patton pero esta vez la experiencia hizo que lo cogiéramos a tiempo. Lo pusimos en manos del excepcional personal del hospital veterinario Los Madrazo de Madrid, que lo sacó adelante. Arrastra un poco las patas traseras (le ponemos botas para que no se destroce las uñas) y tiene pérdidas de orina, pero sigue disfrutando de la vida a tope. A Ike, el pequeño, de seis años, también lo sacó adelante el equipo de Los Madrazo cuando sufrió la parálisis de todo su sistema digestivo. Ahora sólo puede comer pienso humedecido y en pequeñas cantidades, pero sigue siendo un cachorro grande que disfruta haciendo el payaso. Y lo peor es que ambas lesiones fueron simultáneas y en medio de otras mil movidas personales. Ellos vivieron porque así lo decidimos, gracias al acierto veterinario y a un esfuerzo descomunal por nuestra parte, pero no hay un solo día que no me alegre de la decisión que tomamos.

IKE (Foto: Autor)
El otro día, viendo la película Hachiko[7], me vinieron a la mente muchas de las razones por las que estoy tan unido a mis perros. Representan la lealtad[8] incondicional, el amor eterno y gratuito, el agradecimiento constante e inmediato, la compañía inquebrantable, el consuelo silencioso. Están bien cuando tú están bien y son capaces de cualquier cosa por el amago de una caricia en el lomo. Por eso, cuando se van, dejan ese vacío tan enorme. Porque ese hueco, ese agujero que a mí me abrió el perro negro de Nevesinje, no puede llenarlo ser humano alguno, simplemente porque siempre poseerá los defectos intrínsecos a esa condición humana.

Sé que este artículo no lo entenderán quienes no tengan perro. Tampoco aquellos para los que tener perro es atarlo a una cadena o encerrarlo de por vida para que vigile una propiedad. Para los que un perro es una herramienta de caza que cuelgan de una soga cuando pierde facultades. Para los que tenerlo consiste en convertirlo en un psicópata, como ellos, y luego sorprenderse de que haya destrozado a un niño. En fin, para los que creen que es un juguete estacional que se abandona en una carretera cuando se van de veraneo porque es un estorbo…

Sí, sé que este artículo es difícil de entender cuando no has sentido la cabeza de un perro durmiendo en tu regazo o te ha acompañado en un largo paseo por el monte.
Ahora que lo estoy acabando, sé que a alguno le parecerá ridículo y, a otros, hasta vergonzoso. “¡Vaya militar!”, pensarán. Pero, para tranquilizar a estos últimos, les recuerdo que en la guerra se mata principalmente a humanos y en ese caso, ya veis, no tendría ninguna pega.   
PATTON Y MONTY (Foto: Autor)
MONTY Y IKE (Foto: Autor)


[1] Cosas de la vida. Posiblemente la mayor aportación de Teddy Bautista a la música española sea su participación en el musical Jesucristo Superstar, estrenado en España el 6 de noviembre de 1975, y en el que Teddy hacía el papel de Judas, como no podía ser de otra manera. En la década de los ochenta la vena creativa de este pedazo…artista se debió secar, dedicándose desde entonces a “sus labores” ahora ya públicamente conocidas.
[2] El 1 de octubre de 1936, en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca, chocaron dos personalidades formidables. Don Miguel de Unamuno, rector de la universidad, intelectual excepcional, orador brillante, agudo, ágil y letal como una alicantina; y don Millán-Astray, militar e intelectual también, excepcional orador, pero con el estilo y el calor del que arenga a los soldados que se dirigen a una muerte segura, más que dedicados a la dialéctica pura. Millán-Astray, con un ego que no le cabía en su maltrecho cuerpo y tres meses de guerra civil a su espalda; Unamuno, que llegaba con un calentón importante. Este se debía a que llevaba en su mano la carta desesperada de la mujer de un íntimo amigo suyo, el presbítero de la iglesia anglicana don Atilano Coco Martín, detenido y pendiente del paredón. Había pedido clemencia al general Franco, pero fue inútil. Empiezan los discursos y el profesor don Francisco Maldonado de Guevara ataca duramente a Cataluña y al País Vasco que, junto con Madrid, califica como focos de la anti-España. El bueno de don Miguel, vasco de pro, no aguanta más. Pide la palabra y su discurso es demoledor. Salta Millán-Astray que arremete como una apisonadora enfervorizando al auditorio. Alguien por el fondo del auditorio grita “¡Viva la Muerte!” En respuesta, Millán-Astray grita: “¡España!” Don Miguel, de pie, coge carrerilla y en una intervención tan letal como magnífica, con el grito sobre la muerte y la invalidez del fundador como hilo argumental, le hiere en lo más profundo de su orgullo. Millán-Astray, de pie también, en su impotencia sólo contesta “¡Muera la Inteligencia!” Don José María Pemán, que presencia el incidente, intenta suavizarlo gritando: “¡No!, ¡Viva la Inteligencia!, ¡Mueran los malos intelectuales!” Entre el tumulto que ya empieza a formarse vuelve a oírse de nuevo a Unamuno con su famoso “¡Venceréis, pero no convenceréis!” y finaliza con un cortante “he dicho”. Viendo el cariz que está tomando el asunto, don Esteban Madruga Jiménez, futuro rector de la universidad, agarra a Unamuno para sacarlo de allí. Doña Carmen Polo, esposa de Franco, le coge del brazo. Unamuno tropieza y, Millán-Astray que sigue toda la escena y es consciente de lo delicado de la situación le grita: “¡Dele usted el brazo a la señora!” Finalmente don Miguel, acompañado en la salida por el cardenal Plá y Deniel, logra meterse en el coche que le llevará a su domicilio. Un choque de trenes: Unamuno, que había apoyado el alzamiento desde su inicio, había cargado contra una de sus figuras más míticas. Millán-Astray, hombre culto e intelectual brillante, había gritado “¡Muera la Inteligencia!” Definitivamente, los calentones son muy malos. Por cierto, Atilano sería fusilado por su pertenencia a la masonería el 8 de noviembre de 1936.
[3] Bosnia-Herzegobina está dividida en dos entidades: la República Srpska (ortodoxos), de mayoría serbia, y la Federación de Bosnia-Herzegobina que se reparte zonas croatas (católicos) y bosniacas (musulmanes). Sus fronteras vienen delimitadas, aproximadamente, por la situación del frente en el momento de la firma de los acuerdos de Dayton en 1995.
[4] En ese momento las fuerzas españolas de SPABRI III desplegaban, en Bosnia-Herzegovina, en Mostar-España, Mostar-Aeropuerto, Stolac, Nevesinje, Trebinje, Dracevo y Medjugorje.
[5] En todos estos años hemos aprendido mucho sobre los perros y lo que les rodea. Lo primero es que nunca, jamás, volveremos a comprar un perro en una tienda de animales. Los motivos son las condiciones en las que están los cachorros y, especialmente, el origen de la mayoría de ellos, granjas en la Europa del Este con hembras sobreexplotadas de las que son destetados a los pocos días para ser vendidos por kilos, meterlos en un camión y venderlos aquí por un precio infinitamente superior. Nuestro segundo perro se lo compramos a un veterinario. Otro error, pues se supone que comprábamos un bulldog francés puro pero, al crecer, ha resultado estar totalmente fuera de estándar. El último lo compramos en criador y esa vez sí acertamos.
[6] Los problemas de salud más importantes que sufrió el pobre Patton fueron: prolapso de la glándula del tercer párpado (ojo de cereza), sarna demodécica, ojo seco (derivado de la carnicería que le hicieron para, supuestamente, curarle el prolapso), intoxicación hepática, problemas de alimentación (era francamente un mal comedor), tenía ligeramente hipertrofiado el corazón y la fatal lesión nerviosa que provocó su paraplegia y su eutanasia.
[7] Hachiko: A dog's Story. Director: Lasse Hallström. Protagonistas: Richard Gere y Joan Allen
[8] De hecho, la RAE define lealtad, en su segunda acepción, como el amor o gratitud que muestran al hombre algunos animales, como el perro y el caballo.